Un día hace muchos años, la profesora de segundo grado de mi hija, me
dijo algo mas o menos así : “ tu hija me
ha hecho un gran cumplido, me ha dicho “eres casi tan bruja como mi mamá… y yo me dije, bruja
yo?”, si soy un caramelito… nahhh, mentira, todas las mamás somos brujas en algún
momento y dependiendo del cristal con que se mire, somos brujas buenas cuando
cocinamos algo mágico, brujas malas, cuando las mandamos a tender su cama,
brujas feas, cuando nos levantamos en la madrugada, brujas adivinas, cuando
“sabemos que esa chica no les conviene”, brujas de todas las clases, pero
brujas al fin. Vivimos anunciando desastres, caídas, el “ya vas a ver”, tarde o
temprano forma parte de nuestro léxico y ahí en ese momento, descubrimos que
tal como nos decía la bruja de nuestra madre, nos hemos convertido por
extensión en una madre más.
Si fuéramos brujas de verdad, de esas que hacen hechizos y pociones, no
tendríamos que hacer caritas, para que comieran las verduras… (no importa la
edad de los chicos eh?)… si fuéramos brujas de verdad, los encantaríamos con un
hechizo que no les permitiera salir de su habitación sin arreglarla; y quizás añadiríamos un toque picante al
marido, para que no buscara hechiceras fuera de casa, pero no … lamentablemente
no somos brujas, ni siquiera por remedo.Ojala algunas madres ni siquiera lo
intentaran, diciendo “te lo dije, esa chica no es para ti, o ese chico no te
conviene”, así no nos acercamos a ellos, sino que tal vez, los alejamos de su
propio destino sin saberlo, por que la verdad es que no somos brujas por que no
podemos saber que pasará, ni siquiera con todos los calderos de la cocina en la
que creamos pociones mágicas y alimenticias al mismo tiempo, ni con todas las
escobas que usemos para hacer volar nuestra imaginación.. y el polvo.
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